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| SPINOZA (1632-1677). Freud admitió una “dependencia absoluta” con respecto a él. |
Las ideas del filósofo marrano estuvieron presentes en el corpus y la construcción de los conceptos del psicoanálisis hasta 1964. En su ensayo, Attal cuenta cómo y por qué.
POR EVA TABAKIAN
La excomunión de Jacques Lacan, es decir su ruptura con la
Asociación Psicoanalítica Internacional en el año 1964, marca el comienzo de un
nuevo movimiento en el psicoanálisis. A partir de este hecho y este acto, Lacan
se autoriza a sí mismo a seguir impartiendo su enseñanza y a fundar una escuela
propia, centrada en su persona y en su experiencia. Pero la excomunión a la que
aludimos tiene nombre y apellido de filósofo: Baruch Spinoza, referente que
signará el comienzo de una nueva etapa del psicoanálisis como ciencia del
hombre. Es así que Spinoza (1632-1677) se localiza en el centro de este cambio,
a pesar de que siempre estuvo presente en el corpus y
en la construcción de los
conceptos y las nociones que van estableciendo el psicoanálisis.
Esta es la hipótesis y la línea de trabajo que José Attal se
propone en La no-excomunión de Jacques Lacan. Cuando el
psicoanálisis perdió a Spinoza, mostrando el recorrido y el entramado de las
ideas del filósofo marrano en la tradición del psicoanálisis.
Hay en principio una relación indirecta entre Spinoza y
Freud que es fruto del medio en el que éste se formó como fisiólogo. Sus
maestros Helmholtz, Brücke, Dubois Reymond y Fechner adherían al determinismo
como principio absoluto y reconocían a Spinoza como inspirador de sus
concepciones acerca de, por ejemplo, las relaciones estáticas de las pasiones y
su correspondencia con la naturaleza fisiológica. Hay además una afirmación
freudiana que data de 1931 en la que, después de admitir su “dependencia
absoluta” de Spinoza, Freud precisa que ha construido sus hipótesis “a partir
del clima que aquel creó más que a partir de un estudio de su obra”. En este
punto de su argumentación, Attal recurre a Lacan para encontrar el nexo de
unión entre los dos pensadores, y lo hace a partir del análisis de un sueño
paradigmático que se encuentra en el seminario Los cuatro conceptos
fundamentales del psicoanálisis en el que justamente se trata la
cuestión de la excomunión.
Este sueño es presentado por Freud en el capítulo VII de La
interpretación de los sueños y se denomina “Padre, ¿no ves que estoy
ardiendo?” En él se trata de un padre que vela el cuerpo de su hijo muerto y al
quedarse dormido sueña que éste lo increpa con esa frase. A partir de este
análisis, Attal se propone mostrar una aproximación entre el tratamiento del
presagio y la profecía en Freud y Spinoza y las concepciones de la imagen y la
alucinación de los dos para relacionarlas más adelante con la cuestión del
deseo y la identificación que aportará Lacan. Esta introducción es el punto de
partida para plantear un rumbo teórico riguroso que se introduce en las hipótesis
del lenguaje y el conocimiento de Spinoza prestando especial atención a la
teoría del signo que presenta su teoría.
Para llevar a cabo este recorrido el autor recurre a una
bibliografía extensa que cita en abundancia, un recurso que se repite en todo
el libro. La intención es proporcionar el material necesario para comprender
que Lacan, después de haberse identificado al comienzo de su seminario con
Spinoza, se distancie de él y recurra a la lógica de los estoicos para definir
la relación del signo y el analista.
La diferencia entre los estoicos y Spinoza es que con el
signo de los primeros es posible alcanzar al sujeto mientras que el signo de
Spinoza apunta al entendimiento. Primer testimonio de la separación de Lacan de
la concepción spinozista ya que no corresponde al modo de operar del analista
con el signo: “El psicoanalista interviene no porque comprenda, sino porque es
afectado”, como bien dice Lacan.
Segundo testimonio. Lacan, en la última sesión del seminario
que venimos exponiendo, recusa a Spinoza porque su posición respecto del
sacrificio y del amor intellectualis deiresulta insostenible para
los analistas. Este insostenible está estructurado por la cuestión del deseo
del analista y de su destino. La distancia entre una posición y otra se entiende
únicamente si se tiene presente la diferencia ontológica, que para el autor
opera como lo que permite que a pesar de que Jacques Lacan como persona haya
sido excomulgado, el analista quede por fuera de esta operación y pueda así
seguir impartiendo su enseñanza.
Recordamos que poco antes Lacan había considerado a Spinoza
como el único filósofo capaz de pensar el sentido eterno del sacrificio en el amor
intellectualis y le reconocía el privilegio de haber pasado de la
servidumbre a la libertad por el sacrificio.
Y por último, la despedida definitiva vendrá en la primera
clase del seminario de La lógica del fantasma en la que Lacan
sustituye la formula spinoziana del “deseo es la esencia del hombre” por “el
deseo es la esencia de la realidad” por considerar que la primera es deudora de
un sistema teológico (oposición hombre-dios) que el psicoanálisis no puede
sostener. Sin embargo Attal no se contenta con especificar este distanciamiento
de Lacan sino que extrae todavía una consecuencia más: dado que el famoso
“retorno a Freud” se había hecho con Spinoza, el cierre del seminario de 1964
implicaría un fin de este retorno que se evidencia, para él, en una relación de
distancia entre los dos.
Hay en toda esta construcción de la excomunión y la
no-excomunión, un capítulo muy interesante en el que se relata toda la
negociación entre Louis Althusser y Lacan para que este pudiera continuar con
sus seminarios en la prestigiosa Ecole Normale Superieur una vez separado de la
Asociación Internacional.
Allí se presenta un Althusser que tenía la “viva conciencia
de que se estaba produciendo un movimiento” y que trató que el centro de ese
movimiento fuera la escuela de la calle Ulm. En un paralelo con El
príncipe de Maquiavelo, lectura predilecta de Althusser, se ve a
través de sus cartas, cómo trata de manipular el pasaje de Lacan y las
indicaciones tanto teóricas como políticas que le va señalando en sus
intercambios, con la intención de hacer de él un instrumento de propagación de
su propia doctrina.
En un juego que va desde el ajuste de cuentas a la empresa
de seducción, Althusser le proporciona no sólo el lugar sino también el público
que, de ahí en más, constituirá la nueva generación de seguidores de Lacan
entre los cuales se encuentra nada menos que su futuro yerno y albacea, Jacques
Alain Miller.
Pletórico de citas teóricas, de documentos y
correspondencia, el libro de José Attal parece a veces caótico en su voluntad
de dar cuenta de todo el material que lo conduce a su hipótesis de ruptura del
psicoanálisis respecto de Spinoza.
Pero en ese mismo desorden que provoca la cantidad de
material que maneja, pone a disposición del lector elementos por demás valiosos
e importantes: pormenores de la excomunión de Spinoza, el acta que se labró en
la ocasión, los ritos de la tradición judaica y los elementos que Lacan retoma
para exponer su propia situación. Por otro lado, las diversas lecturas teóricas
de Spinoza, que están citadas textualmente, desde Lorenzo Vinciguerra hasta
Gilles Deleuze dan cuenta de un propósito de exhaustividad para validar sus
hipótesis especulativas.
Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Spinoza-Lacan_0_715728447.html
Fuente: http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/Spinoza-Lacan_0_715728447.html

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