
Su vida en el seno de una familia rica ha sido tan fácil que no sabe de límites ni consecuencias
El adolescente
estadounidense Ethan Couch, que mató a cuatro personas cuando conducía borracho,
ingresará en un centro de rehabilitación y evitará la cárcel tras ser diagnosticado con "afluenza": su vida en el seno de una familia rica
ha sido tan fácil que no sabe de límites ni consecuencias.
Este caso, que suscitó una gran polémica en EE.UU. a finales del año
pasado, concluyó a última hora del miércoles con la decisión del juez Jean Boyd
de enviar al joven de 17 años a
un centro de rehabilitación, aunque no precisó
ni por cuánto tiempo ni su ubicación.
Los abogados del adolescente, en declaraciones a los medios, trataron en
esta ocasión de apartar los focos del término de la discordia,
"afluenza", pero fue precisamente el psicólogo de la defensa el que
se sirvió en diciembre de esta palabra, desconocida por muchos hasta entonces,
como argumento para eximir a Couch de la cárcel.
Gracias a la tesis del psicólogo, Couch pagará por su crimen un precio
muy inferior al habitual en estos casos: una costosa terapia que sus adinerados
padres ya se han ofrecido a pagar. Eso sí, el joven podría pasar diez años
entre rejas si toma drogas y alcohol. Tampoco le está permitido conducir.
El caso ha sacudido a la opinión pública de Estados Unidos, que se
pregunta si la excusa de que nadie le había enseñado los límites habría servido
en caso de que, en lugar de tratarse de un niño rico, fuera el caso de un
adolescente sin recursos cuyos padres no han tenido tiempo de educarle como es
debido.
En concreto, se ha puesto sobre la palestra que el mismo juez que ha
librado de la cárcel a Couch tras arrebatar la vida a cuatro personas por
conducir borracho dictó diez años en un centro de detención juvenil para otro
adolescente que mató a dos.
El término "afluenza" fue popularizado en 1997 por la exitosa
película homónima de John de Graaf, una mirada mordaz a las consecuencias del
consumismo y el materialismo en EE.UU.
"Nosotros hicimos crítica social, no psiquiatría", ha escrito
un sorprendido De Graff, quien jamás habría imaginado el uso y el protagonismo
que la palabra que él puso de moda hace dos décadas llegaría a alcanzar en un
juicio adolescente.
La "afluenza" no aparece como enfermedad reconocida en el
manual de diagnosis de la Asociación Americana de Psiquiatría y lo poco que se
ha escrito sobre este trastorno se encuentra en documentos no académicos, por
lo que numerosos profesionales han mostrado sus escepticismo a raíz del caso de
Couch.
Lo escrito hasta el momento sobre este concepto por los profesionales
indica que la "afluenza" no es exactamente una enfermedad, sino una
especie de "epidemia social" de consumismo y materialismo rampante.
Más allá del debate sobre un término que la mayoría de los ciudadanos
nunca había escuchado antes, lo que ha terminado de crispar a la opinión pública
de EE.UU. es que el hecho de que ser un auténtico privilegiado sirva como
argumento para esquivar la Justicia.
Algunos analistas subrayan la ironía de que Couch, un niño que
supuestamente sufre algún tipo de trastorno por no haber recibido nunca castigos
de sus padres, vuelva en esta ocasión a tener un trato menos duro del que otros
adolescentes han tenido por parte de la Justicia en sus mismas circunstancias.
La pregunta inevitable que
deja en la opinión pública estadounidense es si está es la terapia adecuada
para que Couch aprenda una lección de responsabilidad
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